miércoles, agosto 24, 2005

Nooooooooooo

Eliminé mi blog por error y por completo... Ahora logré subir la mayoría de los viejos textos pero los comentarios de los lectores han sido perdidos para siempre. Les pido a mi amigos (que ya conocen mis cosas), o no, que comenten, por lo menos en el que mas les haya gustado.
adios

martes, agosto 23, 2005

il chincuechento

Un Fiat 500 blanco avanzaba esquivando autos. El autito estaba claramente en las últimas, lo único que parecía estar funcionando con regularidad era el acelerador. Adentro suyo viajaban tres hombres de negro. Vestían saco negro, pantalones negros, zapatos negros, corbata negra y camisa blanca. Mi amigo Mario y yo habíamos contratado al señor Lupo para que nos llevase a Pádova y nos introdujese dentro de un grupo que manejaba la lotería clandestina local. Verán, Mario y yo nos habíamos cansado de la vida estructurada que llevamos durante nuestra juventud y ahora buscábamos dinero rápido sin importar los medios ni consecuencias. Conocimos a Lupo a través de la novia prostituta de mi tío. Lupo era un pelado con cara de loco, no sabíamos mucho mas de el. Manejaba con decisión, mi amigo iba sentado en el asiento de acompañante y yo atrás. Estábamos ya saliendo de la ciudad cuando Lupo puso el guiño y empezó a girar a la izquierda pero Mario cogió el manubrio y de un volantazo enderezo el carro.
- Pádova queda del otro lado de la montaña- dijo tranquilamente.
Lupo asintió sin decir nada y comenzamos a subir. El autito se quejaba pero pronto llegamos a la cima. En los bordes de la ruta se podían ver algunos parches de nieve entre las rocas que se resistían en las alturas al calor del verano. Desde acá arriba podíamos ver el mar a nuestra derecha. El auto emprendió la bajada y en poco tiempo marchábamos otra vez por la ruta costera. Andábamos en silencio. Al rato Lupo dobló y nos adentramos en una playa. Bajó corriendo y se arrodilló en la arena. Mario y yo nos miramos perplejos y decidimos ir a ver que ocurría. Fui hasta su lado y me arrodillé junto a él, vi que rascaba la arena y juntaba piedritas en una mano. Lo hacía con extrema concentración. Cuando había juntado una mano completa me las pasó y dijo que las guardara. Un par de niños nos miraban y reían de nosotros. Volvimos al auto y regresamos a la ruta. Observe las piedritas en mi mano, me pareció que no tenían nada de especial y tuve que preguntar.
- ¿No te importaría decirme para que son la piedritas estas?-
Lupo volvió a asentir y respondió como si nada.
- Teníamos que despistar-
Mi amigo me miró preocupado y guardé las piedras en mi bolsillo. Seguimos andando. Estábamos pasando por una gasolinera cuando Lupo frenó, se bajó del auto y caminó decidido hacia un hombre de espaldas que hablaba en un teléfono público. Cuando estuvo a un par de metros se detuvo en sus pasos, dio la vuelta y volvió corriendo al auto. Nos pusimos en marcha y explicó.
- No era él-
- ¿No era quien?-
Pero Lupo no respondió y nosotros no indagamos, es mejor no hablar mucho con un hombre que actúa tan impulsivamente. Al rato pasábamos por una idéntica gasolinera y él volvió a actuar de la misma manera. Había otro hombre al teléfono. Lupo llegó a su lado, sacó un revolver y le disparó en la cabeza ante nuestra atónita mirada. Cuando volvía corriendo al auto dos hombres salieron de la cafetería y dispararon hacia nosotros, pero rápidamente escapamos sin que nos llegase una bala. Lupo reía a carcajadas y con increíble felicidad nos miro y dijo.
- Matamos a Gennaro Mancuso-
Casi me desmayo.
- ¡Gennaro Mancuso!- gritó Mario.
- Si, ¿no es grandioso? Ahora si que seremos gente importante-
Yo negaba con la cabeza, todavía no lo podía creer.
- No, esto no es grandioso, esto es terrible, esto nos dará un nombre... nosotros no queremos tener nombre... Gennaro Mancuso tenia un nombre maldita sea-
Los nombres son terribles insinuantes de drásticos finales pensaba yo mientras caían las primeras gotas de lluvia sobre el parabrisas.

El relato tenía mas sentido cuando lo soñé

miércoles, agosto 17, 2005

Influencia

X
La sombra del pistolero le pidió al sol un día de libertad para conocer el mundo antes de que llegase su anunciada e inminente muerte. El sol, que se sentía de buen humor comenzando el verano, aceptó. Y así ella partió a dar la vuelta a la tierra dejando al pistolero sin sombra de luna a luna.

Y
Sabía que no me podía distraer ni un solo segundo porque sería el fin de mi recuerdo sobre lo sucedido. Era una cuestión de vida o muerte. En ese instante sonó la campana de la catedral con un estruendo que hizo volar por los aires mi memoria como lo hicieron las palomas, dejando atrás solo su blanca mierda.

Z
El viento es constante, desde que llegué a este inhóspito lugar hace ya trescientos ochenta y tres dias, no ha cesado de soplar en ningún momento. Apenas arribé mis compañeros me decían que uno rápidamente se acostumbra pero a mi, personalmente, me sigue pareciendo insoportable. No tanto por su fuerza sino por su constancia. ¿No se cansa de soplar? ¿No se marea? ¿No se detiene siquiera cuando todos dormimos?
Hoy me fui hasta al lado del río. Me recosté sobre las rocas como una lagartija donde estaba resguardado del maldito viento. Mientras descansaba con los ojos cerrados escuchaba el ruido de las olas y me imaginaba que se estaban hablando entre ellas. Lo que no llegaba a imaginar era sobre que exactamente hablaban. Talvez eran extraños que se estaban conociendo, talvez discutían sobre los diseños que formaban las nubes en el cielo, o talvez hablaban sobre el viento, claro su opinión era un distinta a la mía, deben estarle agradecido por mantenerlas vivas. Así que me enojé y volví corriendo a la base.

domingo, agosto 07, 2005

El Increible Fracaso Del Torero Trompetista Y Como Zappa Me Enseñó A Poner Títulos Ridículos

Entramos al Red's Bar con actitud. Jimmy había ganado su pelea hoy por KO en el tercer round y me eligió a mi para que lo acompañase a festejar a un bar de jazz y bebop de esos que están tan a la moda. El ambiente era muy oscuro, la única luz parecía venir desde el escenario donde estaba tocando la banda de Charlie Barker. El humo danzaba por el aire y daba la impresión de neblina. La era dorada del tabaco. Las mesas se encontraban amontonadas contra el escenario o sobre las paredes, dejando un pequeño lugar en el medio para que las parejas bailaran, y eso estaban haciendo. Jimmy y yo nos fuimos a sentar en una de las mesitas que se había desocupado justo debajo del escenario. Jimmy era una persona muy agradable, hasta que bebía su tercera copa. La trompeta de Barker aullaba a pocos metros. Le pedimos dos vodkas al camarero. Los trajo casi enseguida meneando las caderas como una bailarina de cabaret. Desde ya, era muy afeminado. A Jimmy no le agradaba mucho pero si los tragos seguían llegando a esta velocidad no habría ningún problema. Charlie Barker era un trompetista de renombre pero esta noche no parecía estar haciendo de las suyas. De hecho apestaba. Jimmy estaba empezando a notarlo cada vez mas a medida que se bajaba los Vodka Doubles. De a poco comenzó a maldecir al pobre músico y yo hacía lo posible para tranquilizarlo. Llegaron y desaparecieron el quinto y cuarto vaso. Cuando lo volví a mirar a los ojos supe que no había vuelta atras. Le reconocí esa mirada, la mirada del toro que divisa la roja capa del torero, es solo cuestión de tiempo hasta que ocurra, pero la embestida, es inevitable.
Sus gritos se hacían cada vez mas fuertes y mas violentos. Charlie lo había notado e iniciaba a molestarse. Se lo veía con creciente incomodidad. Yo a esta altura me había puesto en lugar de espectador, expectante, sabiendo lo que estaría por suceder.
Y sucedió.
Jimmy se puso de pie y lanzando un vaso vacío sobre el escenario gritó "¡Si yo me metiese la maldita trompeta en el trasero y me largase un pedo sonaría mejor que tú! ¡Hijo de una gran puta!" El vaso se estrelló contra la cabeza del bajista dejándolo inmediatamente inconsciente sobre un charco de su propia sangre. Charlie largó su instrumento y tomando carrera saltó sobre Jimmy con una doble patada voladora en la cabeza. De veras que fue un golpe que hubiese matado a la mayoría de los mortales. Ambos cayeron al piso rompiendo la mesita y una silla. Jimmy perdió dos dientes. La gente se abrió y gritaba eufórica a favor de uno u otro de los bandos. Yo seguía sentado sobre mi silla que permanecía intacta de lado de la mesita destrozada. Barker se repuso primero y vino hacia mi, pero mi amigo lo sacudió de un golpe por detrás que lo hizo volar sobre otra mesa. Estaba fuera de combate. Ahora el baterista había bajado del escenario queriendo domar al toro. Avanzaba sobre Jimmy con un platillo en una mano y un palillo en la otra. Bastante ridículo. Yo me puse de pie tranquilamente, tome mi silla, la levanté sobre mi cabeza, di dos pasos en frente y se la partí en la espalda. Cayó vencido al suelo. Jimmy me sonrío una sangrienta y agujereada sonrisa y luego largó un alarido dirigido al pobre pianista que permanecía petrificado detrás de su instrumento. El toro saltó sobre el escenario a terminar su taréa mientras mis ojos se posaban sobre algo que me causaba bastante impresión. Mi vaso de vodka, intacto, sobre la mesita hecha trizas. Lo levanté y me lo bebí de un saque. Detrás mío escuchaba los golpes de Jimmy y los lamentos del pianista. Saqué de mi bolsillo dos cigarrillos, me los llevé a la boca y los encendí. Le dije a Jimmy que era mejor que nos retirásemos. Le di una larga pitada al mío, le pasé el suyo y nos pusimos a andar. El suelo ahora cubierto de pedazos de madera, vidrio, sangre, dientes y una derrotada banda de jazz. La gente nos aplaudía y el camarero lloraba desconsolado. Salimos del Red´s Bar con actitud.

martes, agosto 02, 2005

la mar astaba sarana

...dos hombres caminaron sobre la cubierta hasta la punta del barco. Se apoyaron con los codos sobre la baranda. En frente de ellos, detrás de ellos, todo alrededor, el mar antártico. Respiraban y echaban humo por la boca.
A: Todavía nos quedan unas quinientas millas hasta el puerto Rigby y de ahí cien mas para llegar al estrecho de Robert Nesta.
B: ¿Y las condiciones climáticas?
A: Se va a poner un poco mas movido el asunto, mucha niebla, viento, olas y del frío ni hablar.
B: ¿Y los icebergs?
A: Cada vez mas y de mayor tamaño.
B: Mierda, nos queda un camino largo y duro.
A: La vida es larga y dura.
Se quedaron en silencio. Solo se escuchaba al barco partiendo el mar por la mitad y el distante zumbido del motor.
B: Si la vida es larga y dura, la muerte será un agujero húmedo y acogedor.
A: ...
B: ...
A: Algo a lo cual aspirar.
B: Así me gusta creerlo.
Otro momento de silencio. Casi se los podía oír pensar.
A: Mirá el iceberg ese, tiene forma de conejo.
El señor B. achinó la mirada para inspeccionar el bloque de hielo.
B: Un conejo aplastado por un iceberg gigante.
A: ...
B: Son como soretes a la deriva. Enormes y congelados soretes a la deriva.
A: ...
B: Debe haber un gigante de hielo cagando por algún lado.
A: ...
B: Un día lo descubrirán.
El señor A. pegó la vuelta y se dirigió cubierta abajo. En el horizonte ya se podía divisar la oscura tormenta...