Nunca jamás uno debe admitir que anda con tiempo de sobra en las manos. Nunca. Jamás. El tiempo es mas valioso que el oro, cualquiera podría intentar usurparle este tiempo, de pura envidia. Ah si como no, ¿pensabas practicar un poco de aeromodelismo el domingo? Porque no me adelantas los documentos para la transferencia del martes, y ¡Zaz!, el tiempo tan minuciosamente cultivado se ha escapado como pedo de vieja.
Quiroga esto lo sabía a la perfección, así que llegado el viernes a la tarde en la oficina de asuntos exteriores del country club Fencer McGraw, ya estaba planeando como disfrutar de su tiempo y que nadie se lo pudiera robar. Trabajaría hasta el último segundo como una abeja.
Aprovecho este momento para abrir un paréntesis. Cuenta la leyenda que las abejas alguna vez fueron tigres que hicieron alarde sobre la vasta cantidad de tiempo que poseían para rascarse y lamerse las partes, a estos tigres se los cortó en miles de pedacitos y a cada pedacito se lo dotó de minuciosas alas y así y todo, cada pedacito fue condenado a trabajar infinitamente. Es por eso que los únicos tigres que aún sobreviven, laburan en los zoológicos o modelan para las cajas de zucaritas. Cierro paréntesis.
Como todos sabemos a las seis de la tarde se abren los portones al fin de semana. Con un silencio y un leve crujir de los huesos Quiroga se despediría de su jefe y caminaría cargado con la mayor cantidad de papeles posibles hasta el ascensor. Si por una cruel casualidad su jefe decidiera intrometerse en su recorrido y preguntarle sobre posibles planes venideros, Quiroga le diría que su madre venía planeando hace largo rato su funeral para este sábado y que el domingo debía hacer de réferi en una partida de bádminton en el mundial de Australia. Usted sabrá entender Señor, además mire la cantidad de papeles que llevo en la mano. Tiene razón Quiroga, esa es una admirable cantidad de papeles que lleva en la mano. Así es como se daría la situación.
Una vez en el pasillo evitaría si es posible el ascensor, y bajaría directamente por las escaleras, talvez alcanzaría con mover su cabeza violentamente de un lado para el otro ante la presencia de otros oficinistas. Afuera del edificio sacaría su celular del bolsillo y lo llevaría hasta diez centímetros de su rostro. Posición que mantendría durante las siete cuadras que debería caminar hasta su casa. Un celular es un aparatejo tecnológico que sirve como calculadora, apoya papeles, objeto contundente para defensa personal, jugar al tetris, mascota, agenda, computadora, televisor, radio, reproductor de música, de películas, de cáncer de lengua y de testículos. Pero sobre todo es genial para evitar toda comunicación con personas circundantes.
Llegado a su casa Quiroga cerraría todas las puertas, ventanas y persianas con llaves y candados, desconectaría los teléfonos, clausaría las tapas de los retretes, daría vuelta todas las fotos y cuadros, correría hasta su habitación, se encerraría en su armario, se arrodillaría en el suelo, cerraría sus ojos (uno siempre está aún mas escondido con los ojos cerrados), y últimamente sacaría su húmeda lengua al aire fresco, para poder de esta manera, saborear cada instante de su tiempo libre.
Vida de Daniel Zariello (1956-2024)
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