El tren avanzaba lentamente entre los cultivos de remolacha. El sol apaciguaba finalizando la tarde y caía perezosamente sobre la inmensidad de los campos finamente segmentados por las vías del tren. Carlitos y Poroto se encontraban tumbados entre las cajas de un vagón abierto, esto es, sin techo ni paredes. Poroto había tomado mucho interés en Carlitos desde ayer a la tarde cuando se conocieron en la estación de Altamonte y, aunque no quería admitirlo, guardaba todas sus palabras en un cajón que tenia en el fondo del cerebro. Habían pasado un largo rato en silencio cuando Poroto termino de inspeccionarse el ombligo y pregunto:
- ¿Flaco... sos religioso, digo... crees en Dios?
- ¿En Dios? Mi dios es el sol, y el vino mi misa.
- ¡Jajaj! – Poroto se destornilló de risa. – ¡Me parece que mucho sol y mucho vino te hicieron mal a la capocha!
Carlitos no se inmutó y continuó con su discurso.
- El sol, Poroto, es luz, es calor, es energía, es vida... y es para mi, mi Dios.
Poroto mas serio ahora empezaba a absorber estas palabras.
- El sol no discrimina... brilla sobre todos los seres del planeta por igual. Esta ahí para los ricos y para los pobres, para los negros, los blancos y los azules, esta para los buenos, los hijodeputas, los infelices y para los vagabundos también- Dijo Carlitos esbozando una sonrisa.
- No pretende nada de nadie y a cambio nos da TODO. Por eso cuando desciende violeta sobre el horizonte le rindo tributo con un trago de tinto, y sigo tomando en su honor hasta que me olvido de todo y cuando despierte al otro día, ahí va estar, sentado sobre el firmamento, imperturbable.
Poroto se quedo un rato pensando y luego dijo:
- Casi me convencés borracho de mierda ¡jajaj! Decime esto entonces, cada galaxia tiene su propio sol, ¿Carlitos eso como me lo explicas?
- ¡Pero de que carajo me hablas, nunca saliste del país y me venís a hablar de galaxias! Mirá, hace esto, sacate la camisa como yo y dejá que el sol te de un abrazo, no creo que ningún otro dios te abrace así.
Poroto negaba con la cabeza pero se desabrochó la camisa.
- Haceme caso, ahora nos emborrachamos de sol y esta noche ¡ja! y esta noche nos emborrachamos de verdad y te cuento sobre la luna ¡la diosa! Pálida y hermosa. Pobre Poroto, le enseñaron todo al revés.
Vida de Daniel Zariello (1956-2024)
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