Un martes cualquiera vas a ver, hasta las nubes van a arder. Un día tu hermana se va a levantar a la hora de la gota rebalsada y el suelo va a temblar en anticipación. Se va a calzar sus botas de cuero de búfalo asado y va a bajar hasta la plaza principal caminado con el peso de una decisión fulminante, pisoteando el asfalto hueco que palpitará como un tambor de lo mas lúgubre. Pum, Pum, Pum. En la plaza se reunirán todas las hermanas revolucionarias, un martes cualquiera, y se hará la repartición de tareas. Armas en mano embestirán contra el gobierno y la iglesia católica y las centrales de televisión y los zoológicos y las escuelas privadas y los centros comerciales y la iglesia católica de nuevo, porque nunca se puede estar demasiado seguro. Un martes cualquiera todas las hermanas del mundo beberán una botella matutina de güisqui y con pezones punzantes saldrán a matar. La sangre va a correr una vez mas río abajo y los salmones la llevarán chorreando por sus escamas río arriba también. Nadie que no tenga que sobrevivir lo hará. El día de las hermanas. Un martes cualquiera. Vas a ver.