Entramos al Red's Bar con actitud. Jimmy había ganado su pelea hoy por KO en el tercer round y me eligió a mi para que lo acompañase a festejar a un bar de jazz y bebop de esos que están tan a la moda. El ambiente era muy oscuro, la única luz parecía venir desde el escenario donde estaba tocando la banda de Charlie Barker. El humo danzaba por el aire y daba la impresión de neblina. La era dorada del tabaco. Las mesas se encontraban amontonadas contra el escenario o sobre las paredes, dejando un pequeño lugar en el medio para que las parejas bailaran, y eso estaban haciendo. Jimmy y yo nos fuimos a sentar en una de las mesitas que se había desocupado justo debajo del escenario. Jimmy era una persona muy agradable, hasta que bebía su tercera copa. La trompeta de Barker aullaba a pocos metros. Le pedimos dos vodkas al camarero. Los trajo casi enseguida meneando las caderas como una bailarina de cabaret. Desde ya, era muy afeminado. A Jimmy no le agradaba mucho pero si los tragos seguían llegando a esta velocidad no habría ningún problema. Charlie Barker era un trompetista de renombre pero esta noche no parecía estar haciendo de las suyas. De hecho apestaba. Jimmy estaba empezando a notarlo cada vez mas a medida que se bajaba los Vodka Doubles. De a poco comenzó a maldecir al pobre músico y yo hacía lo posible para tranquilizarlo. Llegaron y desaparecieron el quinto y cuarto vaso. Cuando lo volví a mirar a los ojos supe que no había vuelta atras. Le reconocí esa mirada, la mirada del toro que divisa la roja capa del torero, es solo cuestión de tiempo hasta que ocurra, pero la embestida, es inevitable.
Sus gritos se hacían cada vez mas fuertes y mas violentos. Charlie lo había notado e iniciaba a molestarse. Se lo veía con creciente incomodidad. Yo a esta altura me había puesto en lugar de espectador, expectante, sabiendo lo que estaría por suceder.
Y sucedió.
Jimmy se puso de pie y lanzando un vaso vacío sobre el escenario gritó "¡Si yo me metiese la maldita trompeta en el trasero y me largase un pedo sonaría mejor que tú! ¡Hijo de una gran puta!" El vaso se estrelló contra la cabeza del bajista dejándolo inmediatamente inconsciente sobre un charco de su propia sangre. Charlie largó su instrumento y tomando carrera saltó sobre Jimmy con una doble patada voladora en la cabeza. De veras que fue un golpe que hubiese matado a la mayoría de los mortales. Ambos cayeron al piso rompiendo la mesita y una silla. Jimmy perdió dos dientes. La gente se abrió y gritaba eufórica a favor de uno u otro de los bandos. Yo seguía sentado sobre mi silla que permanecía intacta de lado de la mesita destrozada. Barker se repuso primero y vino hacia mi, pero mi amigo lo sacudió de un golpe por detrás que lo hizo volar sobre otra mesa. Estaba fuera de combate. Ahora el baterista había bajado del escenario queriendo domar al toro. Avanzaba sobre Jimmy con un platillo en una mano y un palillo en la otra. Bastante ridículo. Yo me puse de pie tranquilamente, tome mi silla, la levanté sobre mi cabeza, di dos pasos en frente y se la partí en la espalda. Cayó vencido al suelo. Jimmy me sonrío una sangrienta y agujereada sonrisa y luego largó un alarido dirigido al pobre pianista que permanecía petrificado detrás de su instrumento. El toro saltó sobre el escenario a terminar su taréa mientras mis ojos se posaban sobre algo que me causaba bastante impresión. Mi vaso de vodka, intacto, sobre la mesita hecha trizas. Lo levanté y me lo bebí de un saque. Detrás mío escuchaba los golpes de Jimmy y los lamentos del pianista. Saqué de mi bolsillo dos cigarrillos, me los llevé a la boca y los encendí. Le dije a Jimmy que era mejor que nos retirásemos. Le di una larga pitada al mío, le pasé el suyo y nos pusimos a andar. El suelo ahora cubierto de pedazos de madera, vidrio, sangre, dientes y una derrotada banda de jazz. La gente nos aplaudía y el camarero lloraba desconsolado. Salimos del Red´s Bar con actitud.
Vida de Daniel Zariello (1956-2024)
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